lunes, 30 de marzo de 2009

La casa de la vía



Fue mi primera casa, la primera que habité recién nacido, en marzo de 1955. Estaba en la calle Coapa No. 90, entre la avenida Ferrocarril y la calle Industria, colonia Toriello Guerra, en el pueblo de Tlalpan. Hoy ya no existe y en su lugar se encuentra la escuela activa Bartolomé Cossío. Mis recuerdo de los cuatro años que viví ahí con mi papá, mi mamá y mi hermano Sergio (diez años mayor que yo) son muy vagos. Sé que teníamos un jardín y un perrito y un coche (un Chevrolet 1939) y que yo tenía a tres o cuatro amigos invisibles -niñas y niños- a quienes trataba con un realismo tal que era como si fuesen reales (¿y si lo eran?). Una de esas amigas aparentemente ficticias se llamaba María y más de una vez impedí que mi mamá o alguna tía se sentaran en un sillón para que no la aplastaran (mi tía Raquel, hermana de mi madre, solía ponerse nerviosa con mi actitud protectora). En 1958, la casa recibió a una nueva integrante de la familia, mi hermana Myrna, y un año después tuvimos que dejar aquel domicilio por problemas con el pago de la renta. Nos fuimos a la colonia Del Valle, a una casa en la calle Roberto Gayol, donde estuvimos un año antes de regresar a Tlalpan (pero eso será materia de algún texto posterior).


Ah, ¿por qué la conocíamos como la casa de la vía? Porque a ambos costados de la misma pasaban las vías del tren (en realidad el tranvía) que iba de Tlalpan a La Villa de Guadalupe (el trayecto duraba dos largas horas) y a espaldas de la casa, en la avenida San Fernando esquina con la calle Madero, se encontraba la pequeña estación tranviaria que tan bien recuerdo. A un lado de ésta, sobre Madero, estaba una tienda de abarrotes (conocida como "la tienda de la estación" y donde había unas donas azucaradas exquisitas) y enfrente de ésta una mercería en la cual vendían juguetes (y a cuyas dependientes conocíamos como "las señoritas de la juguetería"). Todo a escasas dos cuadras del centro de Tlalpan.
La casa de la vía, mi primera casa.

jueves, 26 de marzo de 2009

Las razones de este blog


¿Por qué un blog de memorias, por qué un blog autobiográfico? ¿Será que al cumplir hoy cincuenta y cuatro años me ha entrado al fin la crisis de la edad? ¿Acaso de súbito me siento viejo y encaminado hacia la ancianidad y el fin de mis días? Pues no, no se trata de eso en absoluto. La razón principal de este espacio virtual es el de revisar, sin orden cronológico alguno, lo que ha sido mi vida -conmigo mismo y con las personas y circunstancias con las cuales me he ido topando- a lo largo de más de cinco décadas y tratar de entender cómo es que he llegado a este momento (ver foto) en el cual teóricamente debería ser un adulto maduro y ecuánime, serio y circunspecto, y no el tipo un tanto anárquico, informal e insensato que soy. A lo mejor en mi caso el rock sí ha tenido la culpa y por eso en el fondo sigo siendo un adolescente irremediable (aunque no un púber irresponsable, al menos no del todo: mis hijos saben que jamás los he descuidado y que como padre he sido amoroso, atento y cumplido con mis obligaciones, incluidas -por supuesto- las económicas). En fin, que este Pretérito imperfecto es un foro personal que tal vez le interese a muy poca gente, quizá tan sólo a la más cercana o ni siquiera a ella, pero que para mí es una necesidad personal y ontológica (puse esta palabra a fin de que se lea más intelectual el asunto). ¿Por qué hacerlo público entonces? Ah, pues porque sí, porque sigo sin tomarme demasiado en serio y porque probablemente en el fondo sea, ¡ay!, un exhibicionista descarado.